"El cemento es un silente y heroico protagonista de nuestra modernidad", afirmó el ingeniero Pedro Delgado Malagón en el prólogo de la obra "Cemento y nación", de la arquitecta Carmen Ortega, en la cual se describe la trayectoria de un material que transformó para siempre la vida urbana y económica de la República Dominicana.
La investigadora presentó junto a la Asociación Dominicana de Productores de Cemento Portland (Adocem) su obra, la cual recorre los principales hitos de esta industria, desde las primeras obras en hormigón armado hasta la expansión de las grandes cementeras modernas.
De los barriles de madera a la ley del hormigón armado
El relato comienza con las primeras referencias al cemento Portland, que se vendía en las ferreterías de las principales ciudades del país en barriles de madera en los inicios del siglo XX. Entre 1905 y 1907 se levantaron las primeras estructuras de hormigón armado en el país. Más tarde, durante la intervención militar norteamericana (1916-1924), se introdujeron estándares constructivos basados en hierro y hormigón.
El punto de quiebre llegó tras el devastador ciclón San Zenón de 1930, cuando el Gobierno prohibió mediante decreto toda construcción que no fuera de hormigón armado. A partir de ese momento, el material se convirtió en el "oficial" de la arquitectura dominicana, marcando el inicio de una nueva etapa en la ingeniería y el urbanismo nacional.
La primera fábrica nacional: 1947
En 1944 se anunció la construcción de la Fábrica Dominicana de Cemento en la margen occidental del río Isabela, a cargo de la empresa The Foundation Company. Tres años más tarde, el 27 de febrero de 1947, quedó inaugurada oficialmente en el marco de la conmemoración del 103 aniversario de la Independencia Nacional.
Para Ortega, este hecho supuso un parteaguas.
"El desarrollo de Dominicana puede dividirse en antes y después de la instalación de la primera fábrica de cemento. A partir de ahí, el cemento dejó de ser solo un material importado y se convirtió en parte de nuestra identidad productiva y social".
Crisis, expansión y nacimiento de Adocem
La fábrica fue confiscada y estatizada en 1961, tras la caída de la dictadura de Trujillo, pero durante años su productividad estuvo limitada por la inestabilidad política. El auge de la construcción en los años setenta trajo consigo la integración del sector privado con la fundación de Cementos Nacionales en San Pedro de Macorís y Cemento Cibao en Santiago, ambas en 1976.
En 1980, un grupo de empresarios fundó la Asociación Dominicana de Productores de Cemento Portland (Adocem), con el objetivo de fortalecer la industria y convertirla en motor de la economía nacional. Desde entonces, el gremio ha jugado un papel clave en la articulación de políticas sectoriales y en la competitividad.
Multinacionales y modernización
La década de los noventa marcó la entrada de capital extranjero. En 1996, Cemex, una de las diez mayores cementeras del mundo, adquirió Cementos Racionales con una inversión superior a los 600 millones de dólares. Ese mismo año, el grupo Argos, inversionistas colombianos, compró acciones de la cementera estatal Cementos Colón junto a socios suizos y al Grupo Corripio.
Más adelante surgieron nuevos actores: Cemento Santo Domingo en Azua (1999), Domicem en San Cristóbal (2005) y Cemento Panam en San Pedro de Macorís (2013).
Un pilar de progreso y futuro sostenible
Hoy, la industria cementera es un pilar del crecimiento de Dominicana. Genera miles de empleos directos e indirectos, impulsa la construcción de viviendas, escuelas, carreteras, y acompaña la modernización urbana.
"Hablar del cemento es hablar de desarrollo y de futuro", señaló Ortega en su libro, al destacar que el sector encara ahora el reto de avanzar hacia la sostenibilidad, con prácticas más limpias, en línea con los compromisos ambientales internacionales.