El partido más largo en la historia de la Serie Mundial

La noche del 26 de octubre de 2018, el béisbol escribió una de sus páginas más épicas: el Juego 3 de la Serie Mundial entre los Los Angeles Dodgers y los Boston Red Sox, que se extendió hasta 18 entradas y duró 7 horas y 20 minutos, convirtiéndose en el partido más largo en la historia de la Serie Mundial tanto por tiempo como por número de innings jugados.

El Dodger Stadium fue escenario de una verdadera maratón deportiva. Más de 53 000 aficionados resistieron la madrugada californiana para presenciar cómo Max Muncy, con un jonrón en la 18ª entrada, ponía fin a un duelo que ya parecía eterno. La victoria 3-2 de los Dodgers no solo rompió récords, sino que también se convirtió en un símbolo del espíritu de resistencia que caracteriza al béisbol.

Max Muncy de los Dodgers de Los Ángeles

Antes de ese día, ningún juego de Serie Mundial había superado las 14 entradas o las 6 horas de duración. Este encuentro rebasó ambos límites y estableció un nuevo estándar que, más de seis años después, sigue sin ser igualado.

La noche que desafió el reloj

El juego comenzó poco después de las 8:00 p.m. hora del Este, y terminó a las 3:30 a.m., cuando la mayoría de los fanáticos en Boston ya dormían. Durante esas siete horas, 18 lanzadores subieron al montículo (nueve por cada equipo), se consumieron 561 lanzamientos y se registraron 34 ponches y 12 bases por bolas.

El marcador permaneció empatado durante 13 entradas consecutivas, una rareza incluso en temporada regular.

Los números detrás del maratón

El marcador marcaba las 12 de la noche cuando el tercer partido entraba en la decimoséptima entrada en el Dodger Stadium.
  • Duración total: 7 horas, 20 minutos (nuevo récord histórico).
  • Entradas: 18 (igualó el máximo absoluto de postemporada).
  • Asistencia: 53 114 espectadores en el Dodger Stadium.
  • Lanzadores utilizados: 18 (9 por equipo).
  • Pitcheos totales: 561.
  • Jonrón decisivo: Max Muncy (Dodgers) en la 18ª.
  • Duración completa: más larga que toda la Serie Mundial de 1939 (7 h 5 min en total).

El juego también tuvo un efecto curioso: al ser tan largo, retrasó la logística de la Serie Mundial, redujo los tiempos de descanso y afectó las rotaciones de pitcheo para los días siguientes.

Boston, sin embargo, se recuperó rápido y terminó ganando el campeonato en cinco juegos, pero el Juego 3 quedó inmortalizado como el «maratón de Los Ángeles».

En el sexto inning, Joc Pederson puso arriba a los Dodgers con un jonrón solitario, pero los Medias Rojas igualaron con un sencillo productor de Jackie Bradley Jr. en la octava. El resto fue resistencia pura: entradas sin carreras, relevistas agotados y una tensión creciente que atrapó incluso a quienes no eran fanáticos del béisbol.

En la 18ª, Max Muncy cerró el capítulo con un swing que aún resuena. Su batazo al jardín izquierdo ante Nathan Eovaldi, quien había lanzado seis entradas de relevo, cayó detrás de la verja y desató el delirio angelino.

El propio Muncy resumió la sensación de los 7,20 horas con una frase que se volvió titular mundial: «Siento que jugamos dos partidos en uno».

A esa hora, los Dodgers apenas habían logrado evitar la barrida parcial (2-1) de la serie, pero el partido ya era legendario.

Eovaldi, el perdedor más admirado

El tablero LED muestra el marcador durante la entrada 18 del Juego 3 de la Serie Mundial en Los Ángeles el viernes 26 de octubre. Los Dodgers ganaron 3-2.

Aunque la victoria fue de los Dodgers, el héroe moral del encuentro fue el lanzador Nathan Eovaldi, de los Red Sox. Entró al relevo en la duodécima entrada y lanzó 97 pitcheos en seis entradas completas, una cifra impensable para un relevista.

Permitió solo tres hits y una carrera, el jonrón decisivo de Muncy, pero su esfuerzo heroico se ganó el respeto de todo el estadio, incluso de los rivales.

Su compañero Rick Porcello lloró en el dugout al verlo salir del montículo. El mánager de Boston, Alex Cora, lo definió como «una de las actuaciones más valientes que he visto».

Ese espíritu competitivo, y la manera en que ambos equipos se negaron a ceder, convirtieron el Juego 3 de 2018 en un símbolo de la resistencia deportiva moderna.

Lo que significó para el béisbol

El impacto cultural del juego fue enorme. En redes sociales, el hashtag #WorldSeriesMarathon fue tendencia global en más de 20 países, y la audiencia televisiva se mantuvo inusualmente alta hasta la madrugada.

Para muchos, ese partido reavivó el debate sobre la duración del béisbol y la posibilidad de implementar límites de entradas o relojes de pitcheo, medidas que la MLB terminaría adoptando años después.

Pero, sobre todo, el Juego 3 demostró algo esencial: el béisbol no se mide por el reloj, sino por la paciencia y la emoción de cada lanzamiento. Aquel jonrón de Muncy a las 3:30 a.m. fue más que el final de un partido; fue una metáfora del propio deporte: lento, impredecible, hermoso y eterno.

Los Medias Rojas de Boston ganaron esa Serie Mundial en cinco juegos
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