El Muro de las Lamentaciones es mil veces único.
Aquí, la fe depositada en cada palma apoyada en la pared y en los papelitos entre las rendijas es incuestionable.
El susurro de las oraciones es tranquilo, a veces inaudible y otras solo perceptible por el vaivén de las cabezas en dirección al gran muro.
Lo bonito de todo, si se quiere, es que a esa masa de piedra caliza vienen a orar los judíos que creen que el Mesías aún no ha pisado la tierra y los cristianos que viven creyendo que lo hizo hace dos mil y tantos años, que su tumba se encuentra a escasos metros y que incluso venció la muerte al resucitar al tercer día.
Y todos vienen a rezar. Algunos a pedir y otros a agradecer. Muchos más vienen a contemplar el espacio que sigue dividido: un lugar para que los hombres lleven sus plegarias y otro, más reducido, destinado a que las mujeres hagan lo propio.
El muro está en el barrio judío de la ciudad vieja de Jerusalén, un enclave histórico de singular importancia por su historia y tradición, que contiene otros tres barrios muy concurridos.
El muro está en el barrio judío de la Ciudad Vieja de Jerusalén, uno de los cuatro barrios históricos.Shutterstock
Esta ciudad vieja es un recinto amurallado de poco más de un kilómetro cuadrado que contiene más de 3,000 años de historia, desde la época del rey David hasta los días actuales.
Los otros poblados que integran la “ciudad vieja” son el armenio, el más pequeño; el cristiano, el segundo más antiguo; y el musulmán, el más grande. Cada uno tiene su propia identidad y significación histórica.
Bien podría decirse que entre estas callejuelas confluyen las tres grandes religiones monoteístas del mundo: el islam, el judaísmo y el cristianismo.
Para los judíos, los 60 metros que se pueden visitar y que quedan del muro de contención del antiguo Templo de Jerusalén (en total son 488 metros) son el lugar más sagrado de su fe.
Para los judíos, ese segmento del muro representa el sitio más sagrado de su feShutterstock
Y para los cristianos, a 470 metros de ahí, se encuentra el suyo: la basílica del Santo Sepulcro, el lugar en el que cada día se hincan millares de creyentes ante la tumba del nazareno.
En esos dos sitios sagrados hay similitudes: el judío que pide o llora con vehemencia frente a la pared bien podría confundirse con el cristiano que puso sus crucifijos sobre la piedra donde ungieron el cuerpo de Cristo o al que sale entre llantos de la tumba de su Señor.
A escasos metros de ambos lugares, los musulmanes tienen el Monte del Templo, que se considera el tercer lugar más sagrado del islam. Este espacio contiene la mezquita de Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca.
Con esas diferencias bien marcadas puede que sorprenda la convivencia armoniosa.
Se cruzan y respetan en cada callejuela. Se saludan y comparten, y van a orar a sus rincones.