Moca. Miércoles 26 de julio 1899, a las 4:00 P.M. ¡Mataron a Lilís!

Mon Cáceres y Horacio Vásquez diferían respecto al magnicidio, que fue la opción que finalmente se impuso

El magnicidio como solución ante la dictadura de Ulises Heureaux no estaba originalmente contemplado para aquel 26 de julio de 1899, hace hoy 126 años, según revelaba a Sumner Welles su amigo Horacio Vásquez, piezas clave en los sucesos del día de Santa Ana.

Narra el autor de “La Viña de Naboth” que la idea más socorrida entre los complotados era deponer el dictador mediante una revuelta armada, pero luego decidieron la eliminación física como fin a su dictadura. Algo así como matar la serpiente aplastándole la cabeza.

Esto había sido revelado en su exilio en París por el propio caudillo Juan Isidro Jimenes al mocano Jacobo de Lara, mientras visitaba la capital francesa.

Era un mensaje para sus contactos en la República Dominicana, especialmente a los primos Horacio Vásquez y Ramón Cáceres.

El archienemigo de Heureaux había perdido la fe en la insurrección como salida tras el estrepitoso fracaso de la intentona insurrecta que había encabezado al entrar al país por Montecristi a principios de junio de 1898

En aquella ocasión, había llegado a combatir la dictadura en el barco Fanita, con un grupo de seguidores y el cargamento de tres mil fusiles y otros artefactos bélicos, pero el movimiento fue aplastado por el gobierno y, tras sobrevivir a la embestida, tuvo que volver al exilio.

El fracaso le convenció de que promover la revuelta como salida era algo riesgoso e inseguro y que era mejor matar el perro para acabar con la rabia. Creía, en fin, que solo muerto saldría Lilís del poder.

Los primos Mon Cáceres y Horacio Vásquez diferían respecto al magnicidio. En principio Vásquez lo consideraba repugnante y seguía prefiriendo el levantamiento armado, pero Cáceres acogió la idea con entusiasmo por una razón muy personal: de pequeño odiaba profundamente al tirano, por su responsabilidad en el asesinato de su padre Manuel Altagracia Cáceres.

Aquello le brindaría la oportunidad de cristalizar el sueño que le había perseguido obsesivamente desde niño de vengar la caída su progenitor.

Con el tiempo los primos terminaron acariciando el mismo propósito de acabar la tiranía eliminando el tirano y así fructificó el plan.

Cuenta Welles: “Ya a fines de julio la conspiración incluía a un grupo de los más íntimos amigos de los primos, entre ellos Casimiro Cordero, Domingo Pichardo, los hermanos Vicente y Blas de la Maza, Evaristo Nivar y José Brache”.

Acordaron ejecutar el atentado durante la visita del dictador a Moca y en la víspera ponderaron eliminarlo a su llegada a la residencia de su amigo Carlos Rojas, donde pasaría la noche.

También sopesaron dispararle durante una reunión programada en el Club de Recreo, pero ambos planes fueron definitivamente desechados.

La decisión definitiva fue la de eliminarlo mientras se desplazaba por las calles mocanas y Cáceres, que se auto asignó de tarea junto a una parte de os conspiradores, mientras otros encabezados por Vásquez contemplaban en un plan B, si la acción no pudiera ejecutarse, aguardar con una emboscada en un punto del posible trayecto de Heureaux en su retiro esa misma tarde hacia Santiago.

Narra el autor de “La Viña de Naboth” lo siguiente: “Al dirigirse Cáceres a los que habían convenido en acompañarlo, se encontró con que el valor le faltaba para ejecutar lo que se habían planeado y sólo le acompaño Jacobito de Lara, hermano menor de Ramón, con apenas l6 años”.

El acobardamiento de los otros no detendría la firme obsesión vengativa de un hombre del valor personal de Cáceres, que marchó hacia la acción con la sola compañía del muchacho.

Las versiones sobre el magnicidio

Sobre el fin de Lilís nada sería tan fehaciente como los apuntes de uno de los testigos más relevantes del magnicidio, el comerciante Jacobo de Lara, que hizo anotaciones a modo de diario en una libreta manuscrita que conservaron sus descendientes.

“Miércoles (Santa Ana), 26 de julio 1899 a las 4:00 p.m., estando parado en la puerta del depósito y escritorio de Jacobo de Lara acompañado de Lucas Guzmán. Carlos M. de Rojas, Jacobo de Lara, Panchito Henríquez, a caballo, y otros fue asaltado y muerto a balazos el presidente Ulises Heureaux. Junto con él murió de un balazo el viejito Eduardo Ignacio, de 80 años de edad. Lilís llegó a esta ciudad el martes 25 (ayer) a las 10 de la noche, vía La Vega. (SIC)”.

Esta versión difiere de la de Welles, cuya fuente provenía del general Horacio Váquez, que no estaba en el lugar al cristalizarse el ataque.

Obviamente resulta más creíble la de De Lara, que estuvo junto al dictador como testigo presencial en medio de la inesperada balacera.

Según el autor de “La Viña de Naboth”: “Tan pronto como llegó Cáceres a la plaza central del pueblo, se desmontó de su caballo, y acompañado del joven Lara, se situó en un punto por donde el presidente tenía que pasar al ir hacia el sitio de la reunión.

Mientras el presidente hablaba con uno de los funcionarios en la puerta de la oficina de Administración de Hacienda, Cáceres avanzó sobre él y apuntándole con su revólver, le hizo varios disparos al cuerpo simultáneamente con Lara; Heureaux, ya herido, instintivamente sacó su pistola y disparó, pero su mano derecha, mutilada años atrás en una lucha en Haití, respondió torpemente y la bala se desvió matando a un pordiosero que se encontraba agachado en una calle cercana.

Por último, un disparo del revólver de Cáceres penetró por la boca de Heureaux atravesando la base del cráneo y el dictador cayó al suelo.

En un instante el cuerpo fue acribillado a balazos, y Cáceres, escapando con su compañero en medio de la escolta armada de Heureaux, montó a caballo y huyó del pueblo”.

En la versión de Welles hay disparidades respecto al lugar y circunstancias de la balacera, aparte de que al momento del ataque Heureaux estaba sin escolta

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